No te convierte en una mala persona, pero te convierte en una persona ignorante.
A nadie le gusta pensar en la inanición, la muerte y el dolor. Ni siquiera las personas afligidas por esas cosas horribles disfrutan pensando en ellas. Pero tenemos la obligación moral de pensar en cosas que nos incomodan y que son desagradables para que podamos comprender mejor los problemas, temores y esperanzas de los demás.
Si nadie pensara en enfermedades y medicinas, todavía estaríamos muriendo a los 30 con uno de cada tres descendientes sobreviviendo.
No está mal no querer pensar en cosas malas todo el tiempo, pero es un error negarse a pensar en ellas nunca. Abrirnos a un problema potencial, incluso si no somos los que lo enfrentamos, es la mejor manera en que podemos esperar encontrar soluciones a esos problemas.