El diagnóstico de la cirrosis generalmente se basa en la presencia de un factor de riesgo, como el abuso de alcohol y la obesidad, y se confirma mediante un examen físico, análisis de sangre y pruebas de imágenes. El médico pregunta por el historial médico del paciente y los síntomas que ocurrieron y luego realiza un examen físico para analizar los signos clínicos de la enfermedad.
Por ejemplo, a través del examen abdominal , el hígado puede aparecer rígido o dilatado, con signos de ascitis. Su médico también puede realizar análisis de sangre que pueden ser útiles para evaluar el hígado y aumentar la sospecha de cirrosis.
Para ver el hígado donde hay signos de agrandamiento, una reducción del flujo sanguíneo, su médico puede ordenar una tomografía computarizada (TC) , una ecografía y una resonancia magnética (IRM) del hígado. El médico puede ver directamente el hígado con la inserción de un laparoscopio en el abdomen. El laparoscopio es un instrumento equipado con una cámara que transmite imágenes en la pantalla de una computadora.
La biopsia hepática puede confirmar el diagnóstico de cirrosis, pero no siempre es necesario. La biopsia generalmente se realiza si el resultado fue decisivo en la elección del tratamiento.