Crecí en una familia que es muy religiosa. Mi madre es, de hecho, un pastor y desde que era niña ella creía en las profecías y su manifestación a través de los sueños. Bueno, nunca puedo olvidar mi infancia a toda prisa porque fui etiquetado como “brujo” por uno de sus profetas y obligado a ser liberado junto con otras presuntas brujas infantiles, incluidos mis hermanos. Confesé muchas cosas de vudú porque la alternativa era un ayuno más seco y un implacable empujón hacia donde se encontraba mi aquelarre.
Esos días, mi madre tenía un sueño y me decía que esperaba que lo interpretara o confirmara. La mayoría de las veces no tenía idea, pero decir que no tenía idea de lo que significaban sus sueños solía provocar más inquietudes, así que para saltear esto, tenía que encontrar “interpretaciones”. Si eran reales o no, no importaba. Lo que hizo fue que “debo haber obtenido la interpretación de mi estancia en el mundo marino”.
Con base en esta experiencia de la infancia, cada vez que alguien comienza a contarme sus sueños ahora, la mayoría de las veces miro hacia el espacio y la zona. No estoy interesado en escuchar el sueño de nadie o forjar una interpretación.