¿Por qué la cetosis es peligrosa para los diabéticos?

La cetosis es simplemente el proceso de convertir la grasa en energía mediante la descomposición de los cetoácidos. Las personas con dietas de reducción de peso tienden a liberar pequeñas cantidades de cetonas ya que el cuerpo necesita más energía de la que se consume como alimento y recurre a la grasa almacenada (y otros tejidos corporales) para convertirla en glucosa.

Sin embargo, la cetoacidosis diabética es un trastorno metabólico muy grave que puede causar la muerte. La insulina generalmente permite que las células absorban energía (glucosa) de la sangre y las células la “consuman”. Cuando no hay insulina o no hay suficiente insulina, hay una acumulación de glucosa en la sangre. Sin embargo, las células no pueden usarlo sin insulina para desbloquear la célula. Como las células no reciben energía, el cuerpo va a las reservas de grasa para romper los cetoácidos y liberar energía. Esta glucosa entra en la sangre que ya está llena de glucosa que no se puede usar. Las cetonas liberadas en grandes cantidades hacen que la sangre cambie su PH a más ácido y esto es muy peligroso. Además, el ciclo de poner más y más azúcar en la sangre lo hace más espeso, por lo que es más difícil moverlo a través de pequeños vasos sanguíneos. Puede ser difícil de tratar y siempre requiere hospitalización.

Esto suele ser un problema para los diabéticos tipo 1, pero un trastorno similar también puede afectar también al tipo 2.

Las cetonas son ácidas. Debido a que se requieren tantas cetonas para reemplazar las moléculas de glucosa neutra e inservible (en diabéticos cetósicos), el pH del cuerpo cambia peligrosamente, lo que hace que muchos sistemas no funcionen correctamente. El pH es usado por el cuerpo para regular el flujo de iones disueltos, y cuando se torna inestable, los músculos y los nervios fallan. El otro problema con la cetosis es la glucosa no utilizada. Sin insulina, la glucosa en el torrente sanguíneo no puede ser absorbida en los tejidos y utilizada, por lo que se cuelga y aumenta a niveles muy altos, dañando los tejidos filtrantes del riñón, las membranas del ojo y las terminaciones nerviosas.