La respuesta trivial es que los sueños son una representación simbólica de la realidad en lugar de literal. El contenido de los sueños presumiblemente refleja más acerca de nuestros problemas emocionales y conflictos internos que las circunstancias reales de nuestras vidas. Los símbolos en los sueños se construyen de acuerdo con las reglas del inconsciente. Una sola imagen en un sueño puede representar una condensación concisa de muchas ideas. Las imágenes en bruto de los sueños son caóticas e ilógicas. Recordar sueños incluso en una secuencia cuasi-lógica es el producto de que nuestros cerebros reordenan los datos de acuerdo con nuestra preferencia para que las cosas tengan sentido.
El tema más interesante es la relevancia emocional de la sorpresa y el valor de supervivencia de nuestra respuesta emocional. Cuando las secuencias de eventos desafían
predicción, estamos alertas y requeridos para reorientarnos instantáneamente a la nueva realidad. Esto es particularmente crucial si el evento inesperado es una amenaza. En la medida en que nuestros sueños puedan ser un campo de práctica para resolver problemas y enfrentar desafíos en el mundo real, encontrar la sorpresa dentro de los sueños sería adaptativo.