Según lo veo, hay dos cuestiones éticas diferentes involucradas en este caso.
La primera se relaciona con la posibilidad de infectar a un bebé por nacer durante el embarazo y llevarlo al mundo con una enfermedad mortal. Solo para aclarar, el VIH no puede ser transmitido a un niño por nacer del padre sin infectar a la madre (a través del virus en el semen) primero. Por lo tanto, un padre VIH positivo puede dar a luz a un niño sano clínicamente “lavando” su esperma del virus y luego someterse a la inseminación artificial.
La transmisión del VIH de madre a hijo es posible durante el embarazo y la lactancia. Por supuesto, este último es completamente prevenible. Los estudios han demostrado que si la mujer infectada toma regularmente medicamentos contra el SIDA y se somete a un tratamiento adecuado durante el embarazo, la posibilidad de que el bebé contraiga la infección se reduce a menos del 2%. Por otra parte, las técnicas más modernas pueden traer este número mucho más bajo. Entonces, el primer problema ético es si una mujer VIH positiva debe tener hijos si hay un 2% de probabilidades de infectarlos con el virus.
Para abordar este problema, consideremos la esperanza de vida de los niños nacidos con VIH. Contrariamente a la opinión popular de que los niños nacidos con VIH morirían poco después del nacimiento, muchos expertos han dejado constancia de que su expectativa (con medicación) sería de 65-75 años, algo menos que el promedio normal. De hecho, hay miles de personas de treinta años viviendo en este momento que se infectaron durante el parto aproximadamente en el momento en que se descubrió el VIH y han vivido sus vidas hasta el momento con mínimas complicaciones médicas. Personalmente, este argumento me convence de que está éticamente justificado que las mujeres seropositivas vayan al parto incluso con una pequeña posibilidad de infectar al niño.
El segundo problema ético se refiere a la calidad de vida de los niños. En primer lugar, siempre existe la posibilidad de que los niños pierdan uno o ambos padres a una edad temprana debido al SIDA. Además, los prejuicios asociados con los hijos de pacientes con SIDA (independientemente de si los niños están o no infectados) pueden dificultarles la vida. Los factores psicológicos también deben ser considerados. La ética de este tema es mucho más complicada debido a la gran cantidad de variables y debe analizarse caso por caso. Pero, personalmente, creo que si los pacientes de SIDA confían en darles una buena vida a sus hijos después de comprender y aclarar todos los problemas subyacentes, no hay absolutamente nada que sea éticamente incorrecto con que tengan hijos.