Soñar es cómo el cerebro comprime los datos. Tu cerebro está grabando todo lo que haces, pero la mayoría de esa información es inútil y puede descartarse.
¿Recuerdas golpear tu dedo del pie en la puerta cuando te levantaste? ¿Recuerdas haber visto a un hombre con un sombrero rojo pasar por tu ventana? ¿Recuerdas al lector de noticias estornudando en el aire mientras comías tu desayuno? ¿Recuerdas dejar caer las llaves en tu zapato cuando te ibas al trabajo?
Estas son informaciones mundanas y totalmente inútiles. Pero ¿recuerda también a su jefe diciéndole que la fecha límite de la propuesta se ha trasladado al jueves, o que su cónyuge le ha dicho que gane una competencia de poesía?
El cerebro tiene recursos finitos y tiene que mover material relevante y útil a la memoria a más largo plazo. Lo hace pasando las memorias del día a través de un filtro para determinar qué conservar y qué intentar olvidar. Los sueños son la forma en que nuestro cerebro determina qué información es relevante arrojándola y mezclándola con los recuerdos existentes y viendo qué emociones evoca. Es por eso que a menudo tenemos malos sueños cuando estamos estresados, o soñamos con alguien que es emocionalmente activo en nuestras vidas en ese momento.