Mi hija siempre corría hacia mí cuando llegué a casa, me abrazó y me apretó unos momentos. Ella sabía cómo abrazarme y me encantó. Por la noche, cuando la estaba durmiendo, me acostaba a su lado. Ella siempre quiso que le leyera un libro, seguido de acurrucarse, y luego solía tratar de irme porque normalmente tenía algo más que hacer. Ella me daría los lindos besitos. Eran pequeños besos, pero podía decir que realmente estaba tratando de expresar su amor con su beso. Fue precioso. Uno de mis trucos para salir cada noche era conseguir que el caballo de peluche, que siempre bromeaba llamaba “Donkey”, se tumbara junto a ella. Era un gran caballo y siempre sonreía y solo decía: “¡Daaaaad, es un caballo!”. Envolví las patas del caballo alrededor de ella y la última pierna que le sujetaría con fuerza. Ella amaba eso. Entonces, ella siempre quiso que estuviera cerca de la oficina mientras ella se iba a dormir.
Tristemente, mi hija de seis años murió en un trágico accidente. Tuve este sueño increíble que es definitivamente el más interesante que puedo recordar …
Salíamos de la furgoneta y mi hija acababa de cerrar la puerta automática. No sé por qué pero pensé que ella lo estaba abriendo y como que dije con severidad: “¡Detente!” Me di cuenta de que no había nada malo y ambos nos miramos. Extendí los brazos y ella entendió que lo sentía. En ese instante, ella me perdonó por cualquier pensamiento que tuviera. Ella caminó hacia mí cuando me arrodillé y ella me dio el abrazo que siempre hacía. De alguna manera perdí el equilibrio y caí de espaldas. Nos abrazamos y ella se cayó encima de mí. Ella comenzó a darme sus pequeños besos en mi cuello y dijo “Papi, te amo” una y otra vez entre besos. Fue el mejor sueño que tuve. Cuando desperté, solo lloré y lloré, no por tristeza, sino porque me habían dado un regalo que era muy valioso para mí. Me recordó el maravilloso regalo de perdón y amor de mi hija. Ese abrazo estará conmigo para siempre.