Se requiere glucosa para que los músculos se contraigan y relajen de manera apropiada, al igual que un intercambio equilibrado de electrolitos, como calcio, magnesio y potasio.
Cuando ocurren desequilibrios, a través de niveles altos o bajos de azúcar en la sangre, pueden ocurrir calambres. Durante los niveles bajos de glucosa, esto provoca que los músculos pasen hambre de glucosa.
Sin embargo, cuando los niveles de azúcar en la sangre son altos, el exceso de glucosa se excreta junto con el agua y otras sales, lo que resulta en una cantidad reducida de electrolitos.
Los calambres musculares son relativamente comunes en personas con diabetes mellitus, aunque la investigación de Hans Kotzberg et al sugiere que no parecen ser más prevalentes en personas con diabetes tipo 1.