Recomiendo encarecidamente los siguientes libros que responden directamente a esta pregunta: The Power of Habit por Stephen Duhigg y The Talent Code por Daniel Coyle.
Duhigg y Coyle explican que los “hábitos” reflejan vías neurológicas en nuestro cerebro: encontramos un estímulo, actuamos y recibimos una recompensa. Después de un cierto número de repeticiones, la respuesta se vuelve arraigada en las conexiones de nuestro cerebro.
Como dice Chet Collins, el truco es desarrollar nuevos hábitos y engrandecerlos, haciendo que las nuevas conexiones neurológicas sean tan fuertes como las anteriores. Duhigg le sugiere que identifique un estímulo, un evento externo que usará para activar su nuevo hábito. Sugiere encontrar formas de eliminar obstáculos y excusas antes de tiempo, y te diría que establezcas una recompensa, una experiencia placentera después de la actividad.
Es entonces una cuestión de voluntad, por un período de tiempo. Vea los estímulos (entrando por la puerta al final del día de trabajo); haga la actividad (usted tendió sus zapatos de correr y su ropa en la cama antes de irse al trabajo; todo está listo para irse, así que podría cambiar y al menos correr alrededor del bloque unas cuantas veces); y concédase una recompensa después (una cerveza helada en una taza esmerilada durante su ducha de post-corrida).
Haga esto con la suficiente frecuencia y se convertirá en un hábito. Como dice Chet Collins, hay muchos datos que dicen que después de 30 días el patrón será más autosuficiente y requerirá menos voluntad.
Lo desalentador es que incluso después de que desarrollamos nuevos hábitos (nuevas vías neuronales), los viejos permanecen cableados en nuestro cerebro. El “otro tipo dentro de ti” está allí y no importa cuán fuerte sea el nuevo hábito, en los momentos de distracción (o debilidad), los viejos patrones se pueden reactivar.